Alejandro Bresler es sólo un empleado del templo del conocimiento. Si tiene quejas, presente una nota por triplicado en la central y espere lo que haiga que esperar.

miércoles, 24 de noviembre de 2010

Lino Barañao en Página 12

Leyendo esta nota que salió hoy en ágina 12, recordé este post, publicado en Artepolítica hace unos días. Estamos jodidos (muy jodidos) si no logramos desterrar cierto sentido común que trata de transformar problemas políticos en indicadores de subdesarrollo tecnológico.

La frase que abre la nota de Página es tremenda. Dice Barañao (el nombre propio es irrelevante, pensado por fuera de la lógica que la presencia de su discurso en un cargo de semejante envergadura representa) que “Si queremos llegar a una convivencia pacífica como especie, sin poner en riesgo la paz mundial, ni la religión ni la cultura darán una solución. Lo único que permite el entendimiento entre individuos, más allá de sus creencias, es la ciencia y la tecnología”.

La frase es una colección de barbaridades. No obstante, mucho de lo que dice ahí no hace otra cosa que reproducir modos del pensamiento que se diseminan como una peste. A ver:

a) En primer lugar, hay que observar el uso de la palabra "especie" en la frase. El concepto de especie es bastante complejo; podemos considerarnos una "especie", sin dudas, desde un punto de vista biológico. Pero desde una perspectiva política somos comunidad, grupo, colectivo (habría que buscar la palabra más adecuada). La biología no nos explica (casi que ni siquiera comienza a explicarnos). Si uno avanza en la nota, verá que Barañao utilizará el concepto de "comunidad" como un imposible utópico. Es decir: nos une la biología, nos separa la política. Y Barañao dice eso porque, precisamente, se supone y nos supone objetos (volveré sobre esto en un ratito, cuando mencione el carácter desideologizado de la tecnociencia).  Efectivamente, la "comunidad" es imposible porque sólo existe en la militancia por la igualdad, que es un concepto político, no biológico. Esa imposibilidad no es un defecto, sino un motor (no voy a repetir la frase de Galeano). La convivencia humana no tiene nada que ver con la convivencia biológica, básicamente porque los términos de la primera están sujetos a la contingencia de la práctica militante. Yo no quiero convivir como espécimen, sino como miembro del colectivo humano. Lo que pasa es que esto, desde ya, asusta a quienes esperan la paz mundial (¡oh! ¡qué casualidad! ¡justo lo que dice al toque el compañero Lino!)

b) ¿Qué es la paz mundial? Barañao ya da su respuesta: la supervivencia como especie. Elijo esta porque no da ninguna más. Vivir en paz es... ¿qué es? La paz mundial es el concepto más terrible que una mente humana puede llegar a concebir. Al menos, una mente humana moderna (y, lamento informar, somos modernos, le duela a quien le duela). Poner en riesgo la paz mundial es enojarse, por ejemplo; no dialogar o buscar coincidencias. Habría que comentarle algo sobre antagonismo, a Barañao (no creo que lo acepte con facilidad, porque no es algo que se vea en el microscopio).

c) Sin embargo, sabiendo que la cura que produce la paz mundial no se ve en el microscopio, debemos observar que Lino nos manda a buscarla ahí, porque la cultura no tiene la respuesta para eso (ni la religión). Es curioso: la ciencia no es cultura para el Secretario. Y esta es la peste del pensamiento cientificista: la ciencia no es cultura, sino Verdad (así, con mayúscula), evidencia, hechos, garantía. No depende de lo que creamos, de lo que aceptemos, de lo que necesitemos. Permite el entendimiento entre individuos porque habla desde la silla que está a la derecha de Dios. Su vocero, desde ya, es el científico, que no habla por sí; de hecho, el científico no habla: es la Verdad la que habla por su boca (igual que el Papa y los jueces de la Suprema Corte... y los reyes). Un asco.

d) Esta creencia en la existencia de la Verdad (y la autoasignación que los científicos se arrogan, en tanto sus representantes) es la objetivación definitiva del hombre. Ante la Verdad, sólo queda rendirse y resignarse. No somos sujetos productores de verdades (políticas), sino esclavos de los hechos (o verdades biológicas). Hay pocos conceptos que hayan producido en la historia de la humanidad tanta desigualdad, humillación, sometimiento o degradación, como el de Verdad. Como la Verdad no es ideológica, quien la posee habla en nombre del Orden Eterno y sólo resta obedecerlo. He aquí el modo en que la ciencia garantiza la convivencia, que tanto preocupa a Barañao. Y la paz mundial. El modo de la obediencia. Otro asco. 

Obviamente, estoy despachando en renglones una discusión mucho más seria. Pero es un post, nada más. Poco pretencioso (porque, además, no me da el piné para ser pretencioso). Lo que me queda es mencionar por qué la noticia me hizo pensar el el artículo de AP.

En el Artículo de AP se habla acerca de la crisis de la educación y se propone una solución. No voy a discutir aquí los supuestos del artículo (que la educación está en crisis; que esa crisis es responsabilidad del sistema y de los alumnos, pero no de los docentes; que es una crisis de la escuela media; y varios etcéteras). Sólo me importa señalar la solución que se propone: reemplazar la educación por el adiestramiento en la técnica. La técnica aparece como el ámbito neutro que garantiza una convivencia feliz. La técnica, como la ciencia, neutraliza conflictos porque no es, ella misma, conflictiva, sino fáctica, verdadera o falsa, objetiva. Desde ya, al primer pendejo que pregunte cuáles son las razones por las cuales vale la pena saber hacer algo, o que se interrogue acerca del sentido de su práctica, o del carácter colectivo que tiene, o cualquier pelotudez semejante, lo echamos a la mierda.

Abrazos para todo el mundo.

2 comentarios:

musidora dijo...

en unos días leo la nota y comento algo sustancioso, porque el tema me interesa y acuerdo por supuesto con las críticas que hacés

un beso
paula

Alejandro Bresler dijo...

Espero ansioso, Paula.ç
Un beso.