Alejandro Bresler es sólo un empleado del templo del conocimiento. Si tiene quejas, presente una nota por triplicado en la central y espere lo que haiga que esperar.

sábado, 31 de julio de 2010

Al público en general - Chupetines en cuotas

Antes que nada, resultados de las últimas encuestas:

a) El pueblo ha decidido que los que estaban en contra del matrimonio igualitario no merecían mucha amabilidad. Mal. La paz mundial sólo se logra escuchando al otro, creando consenso y buscando el diálogo. Lo que es yo, creo que hay que escuchar las dos campanas, porque así se construye una patria sin odios y con amores.

b) El pueblo quiere discriminar a los católicos y a los profesores de filosofía. Lo segundo lo entiendo, pero lo primero es una muestra de intolerancia para con el diferente, para con el otro, para con el que piensa diferente o de otra manera (o distinto). La patria grande nos necesita a todos (incluso, por qué no, ahora que lo pienso, a los profesores de filosofía).

Voy a relatar una breve historia de (mi) vida, de hondo contenido humano. La idea es dar un marco para que se entienda que la humanidad está en el horno. Pero vamos de a poco.

Resulta que hace unos meses se casó un sobrino. Fui con mi mujer a Falabella porque el muchacho había hecho una lista de cosas imprescindibles para la vida humana como vasos y televisores que debían ser comprados por gente que no tiene ni vasos ni televisores pero los regala. Bueno. Yo tengo vasos y televisores (tengo televisor, en realidad, porque es uno). No sé a qué vino todo esto. Voy al punto. Llegué al negocio y medio que ya sabía que mi regalo no iba a estar muy lejos del rubro electrodoméstico neutro, que es lo que uno regala cuando le da lo mismo o cuando no sabe qué hacer (mi caso es el segundo). No fallé: compré una licuadora (no la del Vaticano, porque estaba como cinco mil pesos, sino una de esas más rústicas que sólo les apretás un botoncito y te licúan un ladrillo). Lo que me importa contar viene ahora. Cuando fui a pagar, descubrí que el Banco Patagonia, para colaborar con mi camino hacia el bienestar económico y de la vida en general, tenía un acuerdo con Falabella por el cual me descontaban un 10% y me daban 12 cuotas sin interés. Acetep, confiado en un futuro mejor y más pleno. Error. Resulta que hoy me llegaron dos noticias terribles (tres, en realidad).

La primera fue el resumen de mi tarjeta de crédito, que nunca miro porque es muy difícil de entender. Descubrí que estoy pagando la quinta cuota de 20 pesos de esa licuadora del orto. O sea: voy a estar siete meses más pagando una licuadora de 200 pesos. Yo, que me angustio si me preguntan qué voy a hacer el jueves, tengo un compromiso de siete meses con una garcha electrónica de 200 mangos. Me siento patético. Eludí los televisores, las notebooks y esa cámara digital que nunca iba a usar pero que le fotografiaba un pedo a una mosca y vengo a engancharme un año con una porquería que se puede reemplazar con un pisapuré, una cuchara y un poco de paciencia. Soy un pelotudo.

Lo que me enoja es que tras recibir este golpe feroz de la vida me llegó un mail ofreciéndome toda clase de ventajas para comprar el regalo del día del niño de mis hijos. Cuando miro lo que puedo comprar veo Play Sations, juguetes y... ¡Ropa! A ver, a ver. La foto de la oferta era una remera. Una remera que te puede costar, pongamos... 60 pesos (si cuesta más de 60 pesos no es una remera, sino un auto). A 60 le sacás un 20% y te da 48. A 48 lo dividís por 12 y te da una cuota de 4 pesos. Yo digo... ¿Me están jodiendo? ¿Quién carajo va a comprar una remera en cuotas? Por ahí todas esas advertencias demoníacas que aparecen debajo de la oferta (son unas siglas terribles como TNA, TEM y CFT; o amenazas como Seguro de Vida por Si Está Pagando y Espicha e incisos sietes bises de una Ley 2367483929219) te aumentan un poco el valor; pero si te fijás en los números son algo así como el 0,4% ó el 0,012%, lo cual a lo sumo te da una cuota de 4,02, con toda la furia.

¿Por qué todo este escándalo? No sé. Dos opciones: a) estoy aburrido y quería postear algo; b) mi vida colapsó a las ocho de la noche cuando salí del supermercado y pasé por el kiosco. Quise comprar unos chupetines que costaban, en total, 0,50. Yo tenía una moneda de 0,25 y un billete de 10 pesos y la kiosquera me ofreció pagar la mitad en el momento y la otra mitad el lunes. O sea: me compré dos chupetines en dos cuotas de 0,25. Sí, señores: como si mi vida no fuera ya lo suficientemente terrible voy a tener que estar hasta el lunes pensando que no me tengo que olvidar de pagarle los 25 centavos a la kiosquera de Aráoz.

Para mí que es el fin del mundo, o algo así.

Saludos

2 comentarios:

musidora dijo...

un chupetín en cuotas? a vos el destino te está jugando una mala pasada
o quizás es que aprovechás cualquier incidente para filosofar... Como ya no hay grandes eventos trascendentes a los que dedicar nuestras disquicisiones, nos vamos para esos lares: que la licuadora, que el chupetín, que la tarjeta de crédito, que qué le vas a hacer
Pero ojo: no te metas con la minipimer Si hay que comprometerse con un electrodoméstico, lo mejor es hacerlo con una mini de estas

Alejandro Bresler dijo...

Estoy muy mal, Paula. Creo que entré en la rueda de la perdición. Y lo de la mini es cierto, pero no lo digas ahora que en este estado capaz que me voy corriendo a Garbarino y me compro tres en 50 cuotas. Dejame ver si la semana que entra me puedo empezar a tratar.